El sol se abre paso entre el follaje mientras nos alistamos para salir a la colpa de los guacamayos. La selva se estremece de vida, mientras se escuchan los ruidos de cientos de diferentes especies animales, en su mayoría monos y aves, muchos únicos de esta parte del planeta. Y mientras surcamos el indómito río Manu, somos testigos del espectáculo del mundo salvaje de uno de los rincones más remotos de la amazonía peruana.
Tapires, guacamayos, loros, jaguares, nutrias, anacondas, gallitos de las rocas, monos, caimanes, mariposas, además de un sinfín de plantas e insectos, son parte de los más de 1000 especies de aves, 200 de mamíferos, 13 de primates, 250 variedades de árboles y 15000 tipos de flores que habitan el Parque Nacional del Manu, que es la reserva que agrupa la mayor densidad y diversidad de vida salvaje que cualquier otro bosque húmedo del mundo. Estar ahí es una de las mejores vivencias que puede uno disfrutar.
Ubicado al pie de los Andes, en el extremo occidental de la Amazonía, el Manu estuvo siempre protegido gracias a su inaccesibilidad, hasta que en 1973 fue declarado Parque Nacional por el gobierno peruano. En 1977 la UNESCO lo reconoció como Reserva de Biósfera y en 1987 fue nombrado Patrimonio de la Humanidad. El parque protege diversas zonas ecológicas que van desde los 150 msnm –los bosques húmedos amazónicos- hasta los 4200 msnm, en las gélidas punas andinas.
La mejor época para visitar el Parque Nacional del Manu es durante la temporada seca (junio a noviembre) ya que muchas zonas del parque son inaccesibles durante las lluvias (enero a abril). No es posible ingresar al parque sin guía, por lo que pueden organizarse para unirse a algún grupo desde el Cusco o contratar un operador turístico.