Tras sus pesadas puertas de madera y aisladas de los avatares del exterior vivían las monjas en el Monasterio de Santa Catalina de Siena, una ciudadela religiosa fundada durante el mandato del virrey Francisco Toledo, a pedido del Cabildo, en 1579.
Ubicada en el Centro Histórico de Arequipa, ciudad fundada por los españoles en 1540, sería Doña María de Guzmán, viuda de Diego Hernández de Mendoza, la primera pobladora y priora de Santa Catalina, quien luego de la muerte de su esposo decidió recluirse en el monasterio, al que cedió todos sus bienes. A partir de 1580 se permitiría el ingreso de otras mujeres –criollas, mestizas e hijas de familias nobles- para que tomaran los hábitos y para mediados del siglo XVIII se sabe que la ciudadela era el hogar de 300 monjas de clausura -no podían salir del monasterio ni ser vistas y solo con un permiso y bajo supervisión podían hablar con sus familiares- y doncellas de servicio.
En 1970, 391 años después de su fundación, el Monasterio de Santa Catalina abrió sus puertas para dar a conocer sus secretos y misterios y actualmente viven allí 26 religiosas, entre madres y novicias.
El estilo arquitectónico del monasterio es fundamentalmente colonial pero de naturaleza mestiza, fusión de elementos españoles y nativos, a diferencia de otros centros virreinales de esta parte de América Latina. El encanto de esta ciudadela reside en la solidez y plasticidad de sus volúmenes, y la belleza que maestros y albañiles lograron en la arquitectura de los recintos.
Otros atractivos del monasterio son sus espléndidas piezas de arte –como su impresionante altar barroco-, su importante pinacoteca, que contiene pinturas de la Escuela Cusqueña -de autores anónimos-, una serie de cuadros que retratan la vida de Santa Catalina de Siena, y las pinturas murales –algunas en restauración- que se pueden apreciar en todo el lugar.