1 octubre, 2013

San Blas: Fe, arte y tradición

El barrio centenario de T’oqocachi (quebrada o cueva de sal), figura ya en las leyendas más antiguas que se cuentan del Cusco. Durante la época inca se cree lo habitaba gente del pueblo dedicada a la agricultura, siendo el asiento de dos ayllus: hatun ayllu y capac ayllu. La abundancia de agua que afloraba de sus manantiales, su excelente microclima y estratégica ubicación, desde donde se podía ver todo el valle, lo hacían el lugar ideal para vivir.

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T’oqocachi se elevaba desde la ciudad de Cusco, bordeando el río Tullumayo, en una serie de empinadas terrazas donde estaban los campos de cultivo y diversos santuarios, como el dedicado a Illampa, dios del trueno y la lluvia. En esta zona se encontraban las huacas de los incas Huiracocha, Túpac Yupanqui y Huayna Cápac y era por donde, a través de Sacsayhuamán, salía el camino inca hacia los escarpados montes de ceja de selva del Antisuyo.

Hacia 1562, con la idea de catequizar a los indios, se levantó, sobre el templo inca de Illampa, la iglesia de San Blas, una austera capilla en honor al obispo mártir Blas de Sebaste, iniciándose la ocupación colonial de T’oqocachi, actualmente conocido como Barrio de San Blas. El barrio se volvió mestizo y se pobló de artistas y artesanos, atribuyéndose a alguno de ellos la elaboración de una de las joyas del arte colonial en nuestro continente: el púlpito de San Blas.

Tallado impecablemente en madera de cedro, no se ha podido establecer quién o quiénes fueron los creadores del púlpito de San Blas, ni cuánto duró su realización, pero existe documentación que hacia 1677 se acordó con el maestro Mateo Tuyri Túpac, vecino de la parroquia de San Sebastián, que dorara con pan de oro el nuevo retablo de la capilla, que actualmente luce tallas de carpintería  y de arte, como retablos, óleos, vírgenes e imágenes de santos y de santas de la época. Es probable que Tuyri Túpac haya realizado los trabajos con su hijo Juan Tomás, que trabajó en la iglesia de 1677 a 1679.

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Actualmente San Blas –a solo dos cuadras de la plaza de armas del Cusco- ha reemplazado las tradicionales picanterías de su emblemática cuesta por tiendas de artesanías y sofisticados restaurantes, bares y cafés. Sin embargo, todavía se encuentran alrededor de su plaza los talleres de los artistas cusqueños que mantienen viva la tradición y esencia del antiguo barrio inca de T’oqocachi.

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